El consumo de cemento en Cataluña mantiene la senda de recuperación de los últimos meses y con un aumento del 8,1% en enero de 2022 se acerca a los niveles de antes de la pandemia. Los 2,18 millones de toneladas consumidos en los últimos doce meses todavía quedan por debajo de los 2,24 millones del año 2019.
La parte negativa de la coyuntura del sector viene marcada por el incremento de costes que deben soportar las fábricas catalanas, principalmente debido a 3 factores. Por un lado, el precio de la electricidad, ya que España resulta el país más caro de Europa para la industria. Este sobrecoste limita la competitividad del sector catalán del cemento, y lo prueba el hecho de que en los últimos doce meses las exportaciones acumulen un descenso del 10,4%.
Por otro lado, sigue la escalada de los precios de los derechos de emisión de CO2, que en 5 años han crecido un 1.300%, hasta superar los 80 € por tonelada. Aquí, el problema son los países productores de clínker y cemento fuera del mercado de Gases de Emisiones de efecto invernadero (GEI) que no están sujetos a esta tasa y, por tanto, pueden fabricarse a un menor precio.
Por último, la industria catalana del cemento se enfrenta a la negativa repercusión del impuesto adicional de emisiones de GEI que quiere implantar la Generalitat. Tal y como explica el presidente de la patronal Ciment Català, Salvador Fernández Capo, esta figura fiscal “significaría una doble imposición, ya que se superpone con el mercado de emisiones y el resultado más probable es la deslocalización de las plantas catalanas en otras comunidades autónomas o en otros países”.