La parálisis en la construcción de infraestructuras y el descenso en la edificación de viviendas ha llevado a cifras negativas la variación del consumo de cemento en Cataluña. El mercado presenta caídas tanto en junio (-8,7%), como en el primer semestre de 2023 (-5,3%) como en el índice interanual (-1%). La falta de ejecución de la obra pública unida al retroceso del mercado inmobiliario (en Barcelona se ha desplomado un 69% en el último año) sitúan a la industria catalana del cemento en una coyuntura difícil, inmersa actualmente en la aplicación de las diferentes medidas contenidas en la Hoja de ruta de la industria catalana del cemento para conseguir la neutralidad climática en el 2050.
Las bajadas registradas en el mercado dificultan las inversiones a las que se ha comprometido el sector para descarbonizarse. Particularmente, en lo que se refiere a la captura de CO2. Salvador Fernández Capo, presidente de la patronal Ciment Català, explica que “la industria necesita el apoyo decidido de las administraciones públicas tanto para el almacenamiento de CO2, hoy por hoy imprescindible mientras no se encuentren nuevos usos para el gas capturado, como para agilizar y hacer más eficientes los trámites administrativos necesarios para poner en marcha los procesos tecnológicos y las instalaciones de captura, de forma que se adecuen a dicho objetivo de huella cero de carbono”.
Pese a todo, este contexto general de resultados negativos del sector tiene el contrapunto de la mejora de las exportaciones, que remontan en todos los indicadores temporales. La reducción de los costes de la energía eléctrica ha ayudado a las empresas catalanas a recuperar competitividad internacional, lo que ayuda a paliar, en parte, las perjudiciales consecuencias que comporta la atonía del mercado doméstico.