La pérdida de competitividad de la industria cementera catalana a causa del incremento de los costes de energía, térmica y eléctrica, el insuficiente acceso a combustibles alternativos, y al incremento del precio del derecho de emisión de gases de efecto invernadero tienen su más claro reflejo en las ventas en los mercados exteriores. Sólo en los últimos 12 meses, la caída del negocio en el extranjero alcanza el 15,5%, y en el período de 5 años las exportaciones de cemento y clínker se han reducido un tercio. Para una industria tradicionalmente exportadora -a principios de la década de los 80 se llegó a vender 6,4 millones de toneladas fuera del mercado doméstico- la actual coyuntura de costes variables en la producción amenaza el fututo de las fábricas.
Per al presidente de la patronal Ciment Català, Salvador Fernández Capo, la situación todavía es susceptible de empeorar “si prospera el proyecto de la Generalitat de imponer un impuesto a las emisiones de CO2 de las actividades industriales”. De aprobarse esta iniciativa legislativa “nos encontraríamos ante la tormenta perfecta”, hasta el punto de que la continuidad de ciertas fábricas catalanas -alguna de las cuáles, centenaria- quedaría seriamente amenazada.
Para Fernández Capo, “afrontamos dificultades a todos los niveles: local, para usar combustibles alternativos, que son seguros para la salud y el medio ambiente; autonómico, por el posible impuesto al CO2, solapado con el mercado europeo de emisión de gases con efecto invernadero, además de las dificultades administrativas o políticas para la autorización de combustibles alternativos; estatal, por el coste disparado de la electricidad; e incluso europeo, a causa del precio del derecho de emisión de CO2”.
La consecuencia más inmediata de esta situación puede ser la deslocalización de la producción a otros territorios, ya sean otras comunidades autónomas o hacia terceros países. Los costes variables de fabricación de clínker y cemento se han disparado en el último año. Cabe recordar que, en 2021, la electricidad ha aumentado un 200% (hasta 15€/t cemento de coste variable adicional), los combustibles alternativos más del 100% (más de 5€/t cemento de coste variable adicional) y el precio de los derechos de emisión del CO2 han crecido el 200% (cerca de 5€/t cemento adicional de coste variable). Todo ello da lugar a incrementos en costes variables superiores al 150% (más de 25€/t cemento adicional), que lastran de forma aguda la competitividad de las fábricas catalanas con las de otros territorios que no han quedado sometidos a alguna o a ninguna de las afectaciones descritas.
Para paliar la actual coyuntura, el presidente de Ciment Català aboga por actuar en tres frentes distintos. En primer lugar, sobre el coste de la energía térmica y “sobre todo, con la utilización de más cantidad y variedad de combustibles alternativos”. En segundo lugar, sobre el coste de la energía eléctrica “que debe volver a niveles razonables, evitando beneficios en cascada (windfall profits) del sector eléctrico y racionalizando su coste y su transición a una generación verde”. Y, por último, mediante el apropiado funcionamiento del mecanismo de ajuste en frontera (CBAM) tanto en lo relativo a importaciones como a exportaciones, de forma que se pueda competir en igualdad de condiciones, “lo cual relanzará sin duda a nuestra actividad porque tenemos unas instalaciones eficientes y adaptadas a las Mejores Técnicas Disponibles definidas a nivel europeo”.