El coste de la energía eléctrica -que, pese a las actuaciones gubernamentales sigue disparado- y la subida exponencial del precio del coque de petróleo (principal combustible de los hornos) ha generado nueva inquietud en la industria catalana del cemento. Los costes variables de fabricación han crecido un 40% en el último año, lo que lastra peligrosamente los márgenes de negocio y pone al sector en una coyuntura difícil.
La situación, además, se agrava por la falta de inversión y ejecución de las infraestructuras en Cataluña. Por un lado, la cantidad de obra licitada (3.000 millones en 2021) se sitúa todavía muy por debajo de la media de la primera década de este siglo. Para igualarse al nivel de la Eurozona -destinar un 2,2% del PIB a obra pública- debería alcanzarse los 5.500 millones de euros anuales. Por otro lado, la obra realmente ejecutada resulta todavía mucho menor (un 35,8% en el caso del Estado). En este sentido, el presidente de Ciment Català Salvador Fernández Capo insta a que se aceleren y ejecuten las inversiones pendientes porque son «urgentes y necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad y la economía».
De hecho, la tendencia a la ralentización en el consumo de cemento observada en los últimos meses se ha visto confirmada por los datos del mes de junio, con un estancamiento en Cataluña respecto al de hace 1 año (sólo un 0,9% de incremento). En paralelo, los elevados costes de la energía siguen recortando la competitividad en las fábricas y frenando las ventas en los mercados exteriores. En junio han disminuido un 9,2%, en el primer semestre la caída es del 12,8% y en el conjunto de los últimos 12 meses el descenso de las exportaciones asciende hasta un 18,9%.
Fernández Capo advierte también de la previsible caída de la demanda después del verano por los efectos que la inflación tendrá sobre el coste en la construcción, “que hará que muchas obras se paralicen”, y por la incertidumbre económica global, “que provocará que muchas obras no se inicien”.