El consumo de cemento de Cataluña en el mes de noviembre se ha reducido en un 9,0% respecto a noviembre de 2022, y ya suma 8 meses consecutivos de caída. Con esta cifra, el consumo acumulado de 2023 se reduce un 7,9%, situándose en 1,99 millones de toneladas, lo que conduce a que la variación en el año móvil se sitúe en el -7,4% y un volumen de 2,17 millones de toneladas. La producción de cemento sitúa su tasa de los últimos 12 meses en el -1,3% y un volumen de 3,28 millones de toneladas. También las exportaciones de cemento y clínker se reducen en el conjunto del año móvil hasta los 1,78 millones de toneladas (-1,1%).
La negativa situación en la que se encuentra el mercado del cemento se explica por el retroceso en la edificación de viviendas pero, principalmente, por la falta de ejecución de obra pública. Salvador Fernández Capo, presidente de la patronal Ciment Català, considera que la parálisis en la construcción y mantenimiento de las infraestructuras “es doblemente perjudicial para el país. Primero, porque penaliza la competitividad de la economía y el bienestar de los ciudadanos, que ven cómo se multiplican los problemas de congestión vial y ferroviaria o se reduce aún más el abastecimiento de agua en un contexto de sequía”. Pero, además, la falta de inversión en la modernización de las infraestructuras y equipamientos “conllevará más adelante un coste mucho más elevado”.
Fernández Capo añade que “las inversiones en infraestructuras son imprescindibles para el funcionamiento de una sociedad moderna. Cada euro invertido genera un efecto tractor sobre la competitividad del país, la sostenibilidad ambiental, social y económica y la calidad de vida”. Los problemas de ejecución de proyectos de obra pública están convirtiéndose en un mal endémico en Cataluña. Según un informe de la Cámara de Contratistas de Obras, un total de 954 obras han quedado desiertas entre 2021, 2022 y el acumulado hasta septiembre de 2023, alcanzando los 312,1 millones de euros de importe.