Un mes de diciembre singularmente malo en cuanto a magnitudes del mercado ha llevado a la industria catalana del cemento a una notable contracción durante el conjunto de 2023. En el último mes del año, el consumo retrocedió un 22,6% y se quedó en 141 mil toneladas, una cifra tan baja que sólo fue peor en el mes de abril de 2020, cuando el gobierno decretó el paro de las actividades empresariales y el confinamiento de la población debido al estallido de la pandemia de la Covid-19. Peor fueron aún las exportaciones, con un retroceso de casi el 50%. Por último, la reducción de un 32,5% de la producción culminó un diciembre históricamente negativo.

El encadenamiento de 9 meses consecutivos (de abril a diciembre) de caídas en el consumo de cemento ha supuesto un cierre de año con un descenso del 9% y un total de 2,13 millones de toneladas. Las exportaciones (-8,5% y 1,7 millones de toneladas) y la producción (-5,1% y 3,19 millones de toneladas) confirman la importante bajada en la actividad del sector después de 2 ejercicios de remontada post -pandemia, y lo sitúan en una coyuntura compleja.

El presidente de la patronal Ciment Català, Salvador Fernández Capo, explica que la contracción del sector en el último año debe atribuirse, sobre todo, a “la falta de inversiones en infraestructuras por parte de las administraciones públicas, que son básicas para el mantenimiento de la calidad de vida, la sostenibilidad de la sociedad y el medio natural”. El directivo sectorial considera que «los ciudadanos están pagando un precio muy alto por esta falta de construcción y mantenimiento de los equipamientos públicos, que es patente desde hace ya unos años» y cita como ejemplos los problemas que se viven «en la movilidad, con las congestiones viarias y las incidencias ferroviarias, en la oferta de vivienda social o en los contratiempos de abastecimiento de agua a causa de la sequía, que habrían podido evitarse, al menos parcialmente, con infraestructuras previstas hace tiempo y no hechas”.

Las previsiones de la industria de cara a 2024 no son demasiado optimistas, y apuntan, desgraciadamente, por el efecto social y ambiental negativo de la falta de muchas infraestructuras, hacia un estancamiento del mercado. Por un lado, las políticas gubernamentales -más orientadas actualmente a la toma de medidas sociales- no hacen pensar en un incremento de las inversiones en infraestructuras. Por otra, el precio de las hipotecas no ayudará a estimular la construcción de viviendas. El consumo de cemento continuará, pues, en niveles bajos.