El consumo acumulado del primer cuatrimestre de 2019, según los datos estimados por el Barómetro del Cemento, muestra un cambio de tendencia en el mercado catalán, ya que ha experimentado un crecimiento de casi el 6% respecto al mismo período de 2018. De todos modos, este incremento no compensa todavía las caídas que el Índice de Demanda del Cemento (IDC) arrastra desde la segunda mitad del año pasado, ya que la variación interanual (mayo 2018 a abril 2019) es todavía negativa en un 0,6%. En los últimos 12 meses se ha consumido 1,82 millones de toneladas de cemento en Cataluña.

Salvador Fernández Capo, presidente de Ciment Català, considera que «en cualquier caso, la industria cementera no consigue la recuperación que se ha producido durante los últimos años en el conjunto de la economía nacional». La principal causa de esta distorsión radica en la falta de inversión en infraestructuras por parte de las administraciones públicas, que ha caído casi un 80% en la última década y se mantiene en mínimos desde 2011.

La situación resulta mucho peor en cuanto las exportaciones, que en el último año han caído un 31%, hasta sumar 1,9 millones de toneladas. El constante incremento de costes de los derechos de emisión de CO2, que se han multiplicado por 4 en sólo dos años, hacen perder competitividad frente a países que están fuera del mercado de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y penalizan esta actividad exportadora. Los mercados exteriores habían sido, tradicionalmente, la vía de escape de las fábricas catalanas en tiempos de crisis, hasta el punto de convertir Cataluña en la primera potencia exportadora mundial a principios de los años 80 del siglo XX.